El
mundo del Arte, que es
por naturaleza una industria de ideas progresistas, con apertura a la
diversidad, no ha sido ni es una excepción.
Las pocas mujeres que desafiaron las convenciones de su
época para dedicarse a esta profesión, no recibieron la atención que merecían o
se volvían cada vez
menos visibles tan pronto como ganaban notoriedad. Pero probablemente lo más triste es que
muchas mujeres artistas fueron olvidadas y ocultadas a la sombra de los hombres: de sus
maridos, de sus padres o incluso de sus ayudantes o maestros, a pesar de tener sus propias carreras
artísticas.
Ser mujer en la Historia del Arte no ha sido (ni es) tarea fácil.
Durante siglos, las mujeres han visto cómo su acceso a la profesión de artista
era notablemente limitado, teniéndolo prohibido en muchísimos casos e,
incluso, han sido testigos de cómo algunas de sus obras eran firmadas por
hombres. Ese ha sido el caso de algunas de las artistas que conocimos en nuestra Semana de las Mujeres 2025; muchas de ellas han sido silenciadas y sus obras se han
reivindicado hace no muchos años, tras muchos siglos de olvido, y poco a poco van
recuperando el lugar que merecen.
En otras muchas ocasiones, estas artistas
vieron y han visto cómo sus obras de arte y sus carreras se vieron eclipsadas
por las de sus colegas masculinos.
Vamos a conocerlas:
Berthe Morisot: vetada en tertulias impresionistas cuando empezó a alcanzar la fama.
Fue una pintora francesa, fundadora y figura clave del movimiento impresionista.
Desarrolló una carrera artística profesional durante más de tres décadas, exponiendo desde los 23 años en el Salón de París, e incorporándose más adelante a la vanguardia de las exposiciones impresionistas en las que también participaron Claude Monet, Edgar Degas y Pierre-Auguste Renoir, entre otros.
Sus esfuerzos por plasmar las sensaciones de visión mediante una compleja red de pinceladas quebradas la colocaron en la vanguardia de su época. Su pintura, muy ligada a su propia vida y a la de las personas que la rodeaban, muestra su entorno tal y como ella lo veía, con una gran naturalidad.
A pesar de que hasta finales del siglo XX, la historia del arte había relegado su historia y participación a un segundo plano, tanto su talento como su habilidad le valieron el respeto y reconocimiento públicos de sus colegas varones contemporáneos, logro por lo demás inusual para las mujeres de la época. Su voluntad de romper con la tradición, la trascendencia de sus modelos y su capacidad la convierten, para algunos autores, en “la gran dama de la pintura”.
Se cree que nació en alguna provincia de los Países Bajos, probablemente en Amberes, entre 1588 y 1590. No se sabe con seguridad porque los datos de su biografía han desaparecido.
Fue pionera en el campo del bodegón (o naturaleza muerta) y una de las pocas mujeres que se dedicaron a la pintura en Europa en la Edad Moderna.
A las mujeres no se les permitía el dibujo anatómico, pues implicaba el estudio a partir de cuerpos masculinos desnudos.
En seis de sus cuadros conocidos, pintó un mismo cuchillo de plata en el que aparece inscrito su nombre.
Ha sido la primera pintora que ha tenido una exposición individual en el Museo del Prado. Esto
ocurrió en 2016.
Para que se supiera que era ella la autora de
sus obras, pintaba su autorretrato en miniatura escondido
en objetos y en los reflejos de las copas de algunos de sus bodegones.
A partir de que ella lo hiciera, muchos pintores del siglo XVII se retrataron también de manera «oculta» en objetos de sus cuadros.
A pesar de ser infravalorada por la Historia por ser mujer, se sabe que su pintura tuvo una amplia difusión en su época, tanto a nivel social como geográfico.
Sofonisba Anguisola: su cuadro “Retrato de Catalina Micaella de España” fue atribuida a El Greco
Fue la pintora italianamás famosa del Cinquecento en Italia y España. Nació en una familia noble de Cremona, por lo que fue educada en bellas artes, música y humanidades junto a sus cinco hermanas.
Destacó en la realización de retratos individuales y de grupo, en el que a menudo sus modelos desarrollan tareas aparentemente domésticas, acompañados de una serie de objetos que definen en mayor profundidad su personalidad. Ejemplo de ello encontramos en sus numerosos autorretratos en los que Sofonisba aparece leyendo, tocando algún instrumento musical o pintando.
Su actividad en Cremona incluye pequeñas obras religiosas, pero pronto superó en fama a su maestro y en 1559 fue invitada a la corte de Felipe II quien le encargó numerosos retratos de la familia real y donde dio clases de pintura a la reina y a algunas infantas y miembros de la alta nobleza.
La ausencia de la firma de la autora en sus obras ha dificultado la identificación de sus cuadros, atribuidos a otros pintores de la Corte de Felipe II hasta fechas recientes, en que se inició el estudio de su etapa española.
Sus cuadros destacan por el tratamiento de la luz, al estilo lombardo, y el colorido vivo de algunas pinceladas que hacen resaltar los rostros, las manos y los detalles sobre la oscuridad de los fondos.
Margaret Keane: explotada por su marido que firmaba las obras que ella creaba
Margaret Keane fue una artista estadounidense reconocida por los grandes ojos de sus personajes.
A los 10 años empezó a recibir clases de dibujo en el Watkins Institute de Nashville. De pequeña era conocida en la iglesia local por sus bocetos de ángeles con grandes ojos. Desde siempre atribuyó a la relación con su abuela la inspiración de su arte.
En 1955 se casó con Walter Keane, un agente inmobiliario aficionado a pintar quien iba cada noche al local de comedia Hungry I de San Francisco donde vendía los cuadros de niños con diferentes fondos de la ciudad que su esposa Margaret pintaba.
Walter Keane cerró su negocio inmobiliario y se dedicó a vender los dibujos y grabados de Margaret de forma masiva en grandes almacenes, libros de cómic y revistas. Como la firma que aparecía en los cuadros era"Keane", Walter hizo que el público creyera que el creador era él y no Margaret, aunque ella no lo supo hasta tiempo después, siendo sus cuadros de los más populares en la década de 1960.
Durante ese tiempo Walter Keane se autoproclamaba el pintor de los cuadros, mientras mantenía a Margaret, la verdadera autora, encerrada pintando durante largos periodos, amenazada bajo la amenaza de matarla a ella y a sus dos hijas si contaba que ella pintaba los cuadros, algo que iba influyendo poco a poco en los mismos.
En 1965 Margaret se divorció de Walter y ambos reclamaron los derechos sobre los cuadros. En 1970 Margaret retó a Walter para pintar frente al público en la San Francisco’s Union Square pero él no se presentó. En 1986 demandó a Walter Keane y al periódico USA Today por un artículo en el cual afirmaban que las obras pictóricas eran creación exclusiva de Walter Keane. Ya en el juicio, el jurado pidió a los dos que pintaran un cuadro con su estilo característico. Margaret Keane pintó un cuadro en 53 minutos. Walter Keane no pintó nada debido a un supuesto dolor de hombro. El jurado falló a favor de Margaret y le permitió firmar sus obras como Keane. También condenó a Walter Keane a una retribución de 4 millones de dólares por daños emocionales y menoscabo a su reputación.
Judith Leyster: muchas de sus obras fueron atribuidas a su marido y a otros pintores masculinos, entre ellos, La alegre compañía que se le atribuyó a Frans Hals
Judith Jans Leyster fue una pintora del Siglo de Oro neerlandés. Trabajó con formatos de dimensiones variadas. Cultivó la pintura de género, los retratos y los bodegones. Toda su obra fue atribuida a Frans Hals o a su marido, Jan Miense Molenaer, hasta 1893 cuando Cornelis Hofstede de Groot le atribuyó siete pinturas, seis de las cuales están firmadas con su distintivo monograma 'JL *'.[
La atribución errónea de sus obras a Molenaer puede haberse debido a que después de su muerte muchas de sus pinturas fueron inventariadas como "la esposa de Molenaer", no como Judith Leyster.
Además, los comerciantes de arte borraban su firma de sus cuadros porque las obras firmadas por una mujer tienen menos valor que las de los hombres.
Nació en París en 1774 y sus dos hermanas mayores, Marie-Victoire Lemoine y
Marie-Élisabeth Lemoine también fueron pintoras retratistas profesionales.
Expuso por primera vez en el Salón de París de 1799 y desde entonces siguió
participando algunos años más. Se conservan muy pocos cuadros suyos. Se piensa
que muchos de ellos, al no estar firmados, pueden estar sin identificar aún.
Su cuadro más célebre es el “Retrato de Charlotte du Val d'Ognes dibujando”, que fue expuesto en el Salón de 1801 y hoy se conserva en el MET Museum de Nueva York. La obra se ha atribuido a varios artistas y se ha mostrado con diversos títulos a lo largo de su larga historia. Originalmente, se atribuyó a Jacques-Louis David y cuando el Museo Metropolitano de Arte lo compró en 1917, era conocido como "el David de Nueva York". Sin embargo, en 1951, el curador Charles Stirling planteó la hipótesis de que en realidad fue pintado por una "mujer poco conocida". Durante décadas después, fue despojado de su título y artista, según la política del Met. En 1995, Margaret Oppenheimer argumentó con éxito que Villers pintó la obra. Además, la historiadora del arte Anne Higonnet argumentó en 2011 que la obra es un autorretrato.
Con veintidós años, expuso por
primera vez su obra públicamente en la IV Exposición de Bellas Artes e
Industrias Artísticas de Barcelona recibiendo una cálida acogida por la crítica
que definiría su obra como muy “viril”, adjetivo con el que pretendían alabar
su talento cercano al de un hombre. En pocos meses mostró su obra en otras
exposiciones.
Pero ese estatus de privilegio, varias
décadas adelantado a su tiempo, acabaría palideciendo ante la hegemonía del
patriarcado tras su muerte. En su testamento no pudo declarar que era pintora, ya que las mujeres tenían prohibido por ley incluir una
profesión, y su obra no tardó en ser mutilada. Firmaron algunos de sus cuadros
con los nombres de contemporáneos más cotizados como Ramón Casas o Santiago
Rusiñol para venderlos a un mejor precio y la acabaron convirtiendo, según
argumentaría después la experta Consol Oltra, en una "artista olvidada y
maltratada".
Concepción Figuera Martínez y Güertero: Firmó su obra “Estudio al natural” con el nombre de su tío
La pintora Concepción de Figuera, de la que se conoce escasa obra, asumió como propio el acrónimo que su tío, el político Luis Martínez Güertero, usó como pseudónimo, Luis Lármig, porque quería que su obra fuera juzgada por su calidad.
Su Estudio del natural fue anunciado en la prensa como el inicio de la prometedora carrera de su joven "autor", al que se alabó por los conocimientos que revelaba de la escuela española del Siglo de Oro.
En dicha obra, la artista remite, casi irónicamente, a una imagen de aire teatral en la que una mujer contempla a través de un cortinaje una escena que no comparte con el espectador, pero de cuyo carácter queda constancia en el franco gesto de su rostro. Esta pintura recibió un certificado de honor en la Exposición Nacional de 1887 y fue adquirida por el Estado. La identificación de la autora de esta obra se hizo por F. Alcolea Albero en 2013.
Dora Maar era la fotógrafa de una película
filmada en los estudios Billancourt, a las afueras de París cuando le
presentaron a Picasso, 26 años mayor que ella y ya un artista mundialmente
famoso.
Se convirtieron en pareja y, según dicen, ella fue la más influyente de sus musas.
Durante los ocho años que duró su unión, fueron parte el uno de la vida de la otra, aunque Picasso continuó su relación con otra mujer.
Dora Maar nació en París y, aunque también pintaba, fue una de las fotógrafas más importantes de los años 30. Sin embargo, su obra fue relegada y sólo se la conoce por su relación con el pintor malagueño.
Camile Claudel: Eclipsada por Rodin a quien ayudó con algunas de sus obras y por las que no recibió ningún reconocimiento. Debido a su relación con él, acabó internada en un manicomio donde falleció.
En los años 20 cambió su nombre por el de Nahui Olin (cuarto movimiento o perpetuo movimiento en náhuatl), en relación con la renovación cíclica del calendario mexica. Ese período fue el más prolífico en la producción poética y pictórica en la vida de la artista, dejando en el olvido su linaje acomodado y sintiendo cada vez más su raíces indígenas.
El cambio de nombre trajo aparejado una fértil producción artística que perseguía la «transmigración del ser», con pinturas cargadas de simbolismo, la mayoría protagonizadas por ella y sus enigmáticos ojos verdes. Además, comenzó a escribir poesía con ideas que la acercaron a los movimientos feministas de la época.
Nahui Olin expuso su obra por última vez en 1945. Después entró en una profunda depresión de la que nunca se recuperó, aunque continuó pintando y escribiendo para sí misma.
Durante los últimos años de su vida, Carmen Mondragón vivió en el centro de la Ciudad. Se sostenía siendo maestra de pintura en una escuela primaria y con una beca proporcionada por la Escuela de Bellas Artes. Sin embargo, esos años estuvieron marcados más bien por la pobreza, viviendo casi en el anonimato.
La investigadora Rubí de María Gómez señala que pudo haberse acercado a las ideas feministas e incluso se menciona la influencia del pensamiento de Mary Wollstonecraft . La filósofa María Cecilia Rosales señala que el hecho de que se representara a sí misma en su pintura corresponde con su conocimiento del feminismo mexicano y anglosajón que la impulsó a explorar su creatividad.
Fumiko Negishi: Autora real de los cuadros de Antonio de Felipe
En la década del 2000, Fumiko Negishi comenzó a pintar en el estudio de Antonio De Felipe estableciendo a partir de entonces "una relación de colaboración" con el artista valenciano. Negishi pintaba cuadros en el estudio de pintura del De Felipe conforme a las indicaciones que le proporcionaba este, al tiempo que por las tardes se dedicaba en su domicilio a la producción de su propia obra artística.
De Felipe terminó por contratar a Negishi en 2006 y esto le permitió mantener "una muy fecunda obra pictórica" pese a sus "frecuentes viajes a diversas partes del mundo". Según advierten los magistrados de la Audiencia Provincial de Madrid, el trabajo de la pintora japonesa incluía "las peticiones realizadas por los clientes" y De Felipe le proporcionaba "bocetos de lo que quería que fuera pintado". En algunos casos, el pintor incluía "de su propia mano líneas, manchas o grafismos de diversas formas", pero era Negishi quien "procedía a la ejecución personal de la pintura del cuadro".